-¿Qué cosas oscuras
pasarán por su bella mente?- Siempre tan reservado.
Lo conocí en los días
grises y amarillos de junio en la vieja ciudad.
-¿Por dónde andará su
mente ahora?- Tan callado y muerto de frío siempre.
Joven de unos veintipicos
de años, con risos (creo),
no recuerdo muy bien su pelo.
Lo único
que me ha regalado es una pequeña frase,
la conservo en mi cartera
con más papeles,
ahí esta su frase, el papel se volvió amarillo.
¿Cuanto hace ya de esto?- Sino me equivoco creo que unos quince años
como mucho.
Seguro que él estará
igual,
sin embargo, yo he cambiado tanto que sería difícil que me
reconociera,
sólo conservo el olor a perfume y esas botas camperas
desgastadas que tanto le gustaba.
¿Se conservará igual o
los años habrán cambiado su mente reservada y oscura?
El otro día me pareció
vernos en la plaza,
si él los hubiese visto a ellos dos,
se hubiera
quedado impactado de las semejanzas a nosotros por aquellos años.
Pensando en la magia, libros y alguna que otra canción tarareada.
Oh señor, creo que ya se
me han ido algunos recuerdos,
pero todavía conservo sus poemas en mi
mesa de noche,
sí, esa misma que él pintó de colores para que se
llenara de entusiasmo mi cuarto.
Si bien yo he cambiado,
por aquí en el barrio todo sigue igual.
Rogelio sigue en su kiosco y
Ana sigue en su silla mecedora, con su bata azul y sus rulos por
supuesto.
Él no sabe la melancolía
que abunda en mi alma.
¿Cuanto hace que se fue
ya?
… un muchacho y una guitarra con un pedazo de papel en un
árbol.
Ese es mi recuerdo y de
lo demás no queda nada por hablar,
él convertido en
un señor.
Y yo una muchacha a la que se
le ha ido la magia ya hace quince años.