28/7/13

Frágil muñequita





Pequeña muñequita
Frágil y bella
Gira y gira
No te detengas,
Cada vez que abre la cajita
Es solo para verte bailar
Ver lo hermosa que eres
Y como solo lo haces para él.

Pequeña muñequita
Triste y sin vida
Llora y llora
No lo demuestres,
Él se aburre y cierra la cajita
Tiene mejores cosas que hacer
Y a ti te deja encerrada
Esperando en la oscuridad.

Pequeña muñequita
No te ilusiones
Disfruta de la música,
Es lo único que te queda...




Río





Río y miro,
Pero no lo deseo.
Allá en las alturas
Diviso nuestro hogar...
...Pero no quiero llegar.

Y río.

Sobre mi cabeza
Hay un aguacero
Que en paz no me deja.

Llega una tormenta
Y se lleva nuestro hogar,
Solo hay cenizas y recuerdos,
Pero no quiero volver a mirar.

Nuevamente río.




25/7/13

Mañana seré perfecta...



Ayer llegó como sueño
Ayer quise sentirme perfecta
Ayer comenzó una tortura
Ayer comencé a ser princesa


Hoy me siento frágil
Hoy hace eco la voz del tormento
Hoy no puedo hacer más que mentir
Hoy debo sonreír y dar las gracias


Mañana quiero ser libre
Mañana será todo solo un recuerdo
Mañana dejaré los errores atrás
Mañana...
 seré lo que quiero ser.

18/7/13

Un recuerdo...


-¿Qué cosas oscuras pasarán por su bella mente?- Siempre tan reservado.
Lo conocí en los días grises y amarillos de junio en la vieja ciudad.
-¿Por dónde andará su mente ahora?- Tan callado y muerto de frío siempre.
Joven de unos veintipicos de años, con risos (creo),
no recuerdo muy bien su pelo.
Lo único que me ha regalado es una pequeña frase,
la conservo en mi cartera con más papeles,
ahí esta su frase, el papel se volvió amarillo.

¿Cuanto hace ya de esto?- Sino me equivoco creo que unos quince años como mucho.
Seguro que él estará igual,
sin embargo, yo he cambiado tanto que sería difícil que me reconociera,
sólo conservo el olor a perfume y esas botas camperas desgastadas que tanto le gustaba.
¿Se conservará igual o los años habrán cambiado su mente reservada y oscura?

El otro día me pareció vernos en la plaza,
si él los hubiese visto a ellos dos,
se hubiera quedado impactado de las semejanzas a nosotros por aquellos años.
Pensando en la magia, libros y alguna que otra canción tarareada.

Oh señor, creo que ya se me han ido algunos recuerdos,
pero todavía conservo sus poemas en mi mesa de noche,
sí, esa misma que él pintó de colores para que se llenara de entusiasmo mi cuarto.

Si bien yo he cambiado, por aquí en el barrio todo sigue igual.
Rogelio sigue en su kiosco y Ana sigue en su silla mecedora, con su bata azul y sus rulos por supuesto.

Él no sabe la melancolía que abunda en mi alma.
¿Cuanto hace que se fue ya?
… un muchacho y una guitarra con un pedazo de papel en un árbol.
Ese es mi recuerdo y de lo demás no queda nada por hablar,
él convertido en un señor.
Y yo una muchacha a la que se le ha ido la magia ya hace quince años.

Hallarse



Imágenes en blanco y negro que se van cayendo de las paredes donde alguna vez habitaron.
Se van cayendo igual que sus palabras, porque no quieren ser vistas.
Igual que sus lágrimas caen por su rostro, igual que las hojas se caen de los árboles en otoño. 
Esas imágenes que alguna vez tuvieron color, pero que registro de ello no queda ni en una sola esquina.
-¿Dónde estarás mi queridísimo Fausto?- Se pregunta Laila sin inquietarse por las imágenes que se van desmoronando.
Su cabeza también se va cayendo de a poco en pedacitos distintos.
Pedazos de risas, de llanto, de sorpresa, de enfado, de angustia, de calma y tormentas.
En su mente se puede escuchar el relato de la comedia que ayer fue a ver al teatro. Ese maldito teatro donde supo habitar tiempo atrás.
Tiempo donde tenía ideas violetas y globos de helio, el teatro que fue su hogar, su todo.
-El teatro también se está desmoronando- Piensa y larga una carcajada mezclada con lágrimas.
Se empieza a quitar la ropa y se mira al espejo.
Se contempla sus piernas, su pelo, su pecho.
Ese cuerpo que perteneció a muchos y a nadie a la vez.
Mira su boca, toca sus dientes uno a uno con su lengua y recuerda un fragmento del libro que está sobre su mesa de noche.
Se vuelve a vestir, pone sus pocas pertenencias en su bolso y se marcha.
En el camino se desprende de esas imágenes del teatro, de las palabras, de las penas, de las bambalinas y de la cama donde alguna vez solía volar en sus sueños. Tira todas las cosas amargas, las estrellas contadas y las nubes con formas extrañas que alguna vez supo ver.
Se cambia de piel, de color, se tiñe de naranja y amarillo todo su cuerpo por culpa del resplandor del atardecer.
Se va.
Se está yendo.
Se marcha para no volver más.
Con tambores y palos de lluvia, emprende un camino de ida.
Adiós Laila, adiós alma atormentada.
-Bienvenida- Se dice a sí misma, acostada en el pasto.
Se reinventa y se halla al fin...