Cada respiración soltada sin pensar creaba pequeños cristales de hielo que quedaban suspendidos en un instante (pedacitos de eternidad).
Y me mata por dentro,
Verme en caras de extraños, y saber que no soy yo y que ellos son yo.
Que una parte de los demás se ha abierto paso hasta mi recuerdo casi a empujones rasgados y no tengo fuerza para olvidar.
Y tú no volverás, porque ni siquiera te fuiste, te quedaste enquistado en mi pecho, demasiado cerca del corazón.
Aprieto los puños hasta que los nudillos son tan blancos e incoloros como tu piel de papel y filo.
Un auto-asesinato por compasión, así podríamos llamarlo.
Pero me da miedo dormir y ver que no soy capaz de soñar.
También me aterra intentar vivir y ver que ni siquiera puedo soñar despierta.
No poder crear o imaginar, porque mis pasos están cansados y un poquito huecos.
Los pájaros seguirán cantando y agitándose de rama en rama, volando sin dejarse atrapar por los humanos, tan lluviosos y grises, tan latentes y opacos.
Si este mundo fuera perfecto, estaría tan vacío y empapado que daría miedo.