Hoy
he vuelto a despertar con esa sensación de soledad.
Me doy la vuelta
en mi cama, aún con los ojos cerrados, estiro el brazo pero solo el
frescor de las sábanas acompañan a mis caricias.
Desapareciste,
desaparecimos.
Me
levanto con la misma dificultad cada mañana, desde que no te tengo.
Un paso, otro paso y otro más, parece que voy labrando mi
camino pero es más difícil, más sinuoso, más oscuro si no estás
conmigo, a mí lado, agarrando fuerte mi mano, como antes solía
ser.
Hablamos
cada noche, recordándonos lo mucho que nos echamos de menos, lo que
nos necesitamos el uno al otro, pero, los finales... no tienen marcha
atrás y el destino juega como el azar en tu vida, arruinándola de
forma aleatoria y de por vida.
Lloras,
porque no te queda otro remedio y sientes como esas lágrimas ya no
significan nada, igual que tú para el mundo, y el mundo para ti.
Ambos
sabemos cual fue el motivo, tan crucial y decisivo, que acabó con
esta magia que aún así sigue viva en nuestros corazones.
Una
causa que tuvo importantes consecuencias y que marcó el final de una
etapa, de una historia y de cuento. Un cuento que no trata de
ilusiones y alegría, un cuento que no despierta sensaciones... Un
cuento en el que el príncipe prefiere ser rana, un cuento en el que
la princesa ha muerto, un cuento sí, pero sin final feliz.